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Titánica lucha

Actualizado: 2 jun 2019


Alex y Lorea en una de sus celebres galas de ballet

Había una vez, hace ya muchos años, un niño llamado Alex. Alex tenía una hermana melliza llamada Lorea, a la cual, nada más nacer sus padres la apuntaron apresuradamente a ballet, pues era lo que se estilaba entre las niñas de la escuela a la que asistía. Lorea no era ninguna prima ballerina, no destacaba entre todas las demás niñas de la academia, a decir verdad, era la bailarina más floja de clase, parecía que siempre tenían reservado para ella un sitio especial en última fila. En clase la mayoría de los días pasaba totalmente desapercibida, cosa que empeoraba aún más en festivales y recitales. Tan imperceptible e invisible era que ni siquiera sus padres llegaban a reconocerla al visionar los bailes que grababan en los festivales a los cuales asistía su hija. Por suerte para Lorea, después de un tiempo la cosa empezó a cambiar. Todo cambió cuando su hermano, Alex, se apuntó por deseo propio a danza clásica. A diferencia de lo que sucedió con su hermana, a las pocas clases Alex ya era el mejor alumno de clase. Destacaba por su gracia y simpatía, combinando gracilidad y expresión a una edad increíblemente temprana. Todavía destacaba más gracias a su condición, ya que era el único chico de toda la escuela. En seguida se adaptó muy bien al grupo y seguía el ritmo de las clases perfectamente, cosa que solo hizo que su hermana decayera todavía más, increíblemente desesperada y frustrada ante la enorme facilidad con la que su hermano danzaba. Lorea hizo saltar todas las alarmas, pues cada vez tenía una actitud más anímica y decaída, estaba profundamente deprimida, nunca podría cumplir su sueño, su única meta en la vida, pues ella quería ser primera bailarina de una gran compañía de ballet.

Su hermano, ante el terrible estado de ánimo que presentaba su hermana, decidió tomar cartas en el asunto y empezó a ayudar a Lorea. Pidió permiso a la directora de la escuela y empezaron a entrar cada día 2 horas antes de lo habitual. Él la ayudaba a mejorar sus terribles condiciones físicas mediante la realización de diversos (y dolorosos) estiramientos. Lorea había nacido con las rodillas y cadera metidas para adentro, por desgracia tenía una herencia genética la cual no le hacía nada fácil bailar. También le hacía repetir las secuencias de giro que más le costaban, pues Lorea era bastante lenta y no tenía buen eje de giro. Trabajaron también sus débiles pies, su alarmante baja condición física y su poca elasticidad. Su hermano la hizo trabajar encarecidamente noche y día, pues eran los primeros en llegar y los últimos en irse. Lorea no entendía porque le hacía eso su propio hermano, llego incluso a odiarle y a la directora de la escuela por permitirlo.

Pero los años pasaron y Lorea, para sorpresa de todos, se convirtió en una bellísima bayadera, siendo la mejor bailarina de su escuela y alumna predilecta de todos los profesores que formaban parte de esta.

Tan sublime era, que incluso alcanzó a su hermano y supero con creces, para sorpresa de estos, a todos los profesores que había tenido.

A partir de ese momento se produjo un punto y aparte en la vida de Lorea. Tan grande fue el cambio producido que Lorea ya no se asemejaba lo más mínimo a la persona que un día fue. Sus notas escolares empezaron a subir vertiginosamente, el ambiente en casa mejoro notablemente, consiguió superar también el trastorno alimenticio que tanto tiempo llevaba arrastrando, a Lorea se la veía mucho más relajada y animada, parecía haber encontrado una razón para vivir de nuevo.

Pasaron los años y Lorea y Alex se convirtieron en la pareja de baile más famosa del mundo del ballet. Pasaron su vida viajando juntos por todo el mundo, eran invitados honoríficos en las principales y más importantes galas de danza, y dedicaron su vida entera a hacer lo que más amaban, bailar.

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